Los 5 cambios de mentalidad más difíciles, pero esenciales en la regeneración (parte 1)

Hay cambios de mentalidad que, seamos honestos, no son fáciles en este camino hacia una mirada regenerativa. No son imposibles, simplemente... cuestan.

Cuando estamos hablando de un cambio de sistema y de pensar desde la lógica de los sistemas vivos (spoiler alert: si no estamos hablando de eso, entonces no estamos hablando de regeneración), nos explota la cabeza.

Pero si te detienes a observar la naturaleza con curiosidad y humildad, empiezas a descubrir los principios que la guían.

Principios que, cuando los aplicamos a nuestra vida, nuestros proyectos, nuestros territorios —que, por cierto, también son sistemas vivos porque están en constante movimiento, cambio, evolución— entonces empezamos a alinearnos. A crecer. A florecer.
No solo a sobrevivir ni a estar en una constante lucha debido a los daños causados.

En los talleres y programas que he facilitado, donde exploramos los principios de la regeneración aplicados al turismo, al inicio siempre surge esa sensación de: “¿Y cómo se supone que voy a hacer eso?”

Y es completamente lógico. Al fin y al cabo, si la Tierra ha logrado sostener la vida durante 4.500 millones de años, algo sabrá, ¿no? Algo podemos —y necesitamos— aprender.

Porque esos principios no son ideas abstractas: emergen directamente de la observación profunda de cómo funciona la vida. De cómo los sistemas vivos crean abundancia, resiliencia y vida.
Y ahí es donde empiezan las preguntas incómodas pero necesarias:
👉 ¿Qué necesito desaprender?
👉 ¿Qué se me está pidiendo hoy, como parte del ecosistema?
👉 ¿Soy una especie más o sigo creyendo que las reglas de la naturaleza no se aplican a mí?

Lo cierto es que llevamos tanto tiempo pensando de una forma determinada, que necesitamos darnos espacio para el cambio. Y ahí entra la neurociencia.

🧠 Lo que dice la neurociencia

Hace unos meses una amiga me regaló un libro sobre neurociencia. Me lo devoré. Me fascinó descubrir cómo nuestro sistema interno funciona de forma interconectada... al igual que la naturaleza.

Los expertos afirman que el cerebro es flexible y modificable: tiene capacidad para adaptarse y transformarse incluso en la edad adulta. Es decir, sí podemos cambiar (Garcés-Vieira & Suárez-Escudero, 2014).

Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto?

Sabemos que las neuronas son las encargadas de transportar información y que, a medida que aprendemos algo nuevo o modificamos una conducta habitual, las conexiones entre neuronas se refuerzan (Rocandio, iLERNA, 2024).

Y además, ¿sabías qué? Repetir un pensamiento o un comportamiento fortalece la vía neuronal asociada a ese pensamiento o comportamiento específico.
Es como abrir un sendero en un bosque: al principio está todo lleno de ramas y obstáculos, pero cuanto más lo recorres, más claro y accesible se vuelve (Gaser, 2004).

Hemos estado viendo y viviendo el mundo de una determinada forma durante tanto tiempo, que cambiar esa forma de pensar puede parecer imposible.
Pero después de ese primer paso de “darnos cuenta” y empezar a desaprender, necesitamos cultivar, repetir y reforzar esa nueva manera de sentir, pensar y actuar.

Es como tocar un instrumento, aprender a meditar o incorporar una nueva rutina. Cuanto más lo practicas, más natural se vuelve.

🌿 Y ahora… vamos a lo concreto

¿Cuáles son esos hábitos, esas formas de pensar que más nos cuestan cambiar?

Hoy quiero compartir 2 de 5 principios de la regeneración que suelen generar más resistencia.
Y no porque no nos hagan sentido…. De hecho, la mayoría nos resuenan profundamente. Pero ponerlos en práctica cuesta. Y mucho.

Especialmente en el mundo del turismo.

Vamos a por ellos…

🌱 1- De la competición a la colaboración real: ¿de la escasez a la abundancia?

Nos han enseñado a competir. Lo llevamos tan interiorizado que a menudo creemos que, si otra persona gana, eso significa que nosotras perdemos.

Hemos pasado años intentando ser los(as) primeros(as), los(as) elegidos(as): para conseguir un puesto, ganar un proyecto o recibir reconocimiento.

En el turismo, esta lógica se replica constantemente.

Los destinos compiten por atraer más visitantes, los(as) guías por conseguir más clientes, los alojamientos por mayor visibilidad, las operadoras por cerrar acuerdos… y lo mismo ocurre con agencias, turoperadores y plataformas.

¿El resultado? Una visión basada en la escasez. Como creemos que no hay suficiente para todos, luchamos para asegurarnos una parte.

Pero... ¿y si sí la hay?

En la naturaleza, aunque existe competencia, predominan las relaciones de reciprocidad, simbiosis y mutualidad. Los seres vivos comparten información, nutrientes, cuidados. No se trata de ganar o perder, sino de crear condiciones para que todos prosperen.

Ese es el tipo de mentalidad que necesitamos cultivar si queremos atravesar la metacrisis actual. El mundo es VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), y solo trabajando juntos(as), combinando talentos, saberes y recursos, seremos capaces de navegar estos tiempos de forma exitosa.

La buena noticia es que a raíz del COVID-19 han surgido más colaboraciones y redes colectivas, pero aún arrastramos miedos y egos: el temor a quedar fuera, a no ser reconocidos(as), a no ser respetados(as), a perder el control.

Por eso, colaborar conscientemente requiere aprender nuevas habilidades: empatía, escucha activa, inteligencia emocional, comunicación no violenta… y sobre todo, generosidad, confianza y un propósito común que nos guíe.

¿Y si el turismo pusiera la vida y la naturaleza en el centro? ¿Qué formas nuevas de cooperación surgirían entre alojamientos, guías, operadoras, agricultores, artistas, educadores… y diversas iniciativas locales?

Colaborar no significa simplemente trabajar en grupo. Se debe encontrar la motivación y el sentido de trabajar unidos. Ese potencial que nos mueve. Y significa bajar el ritmo, como dice el filósofo Bayo Akomolafe:

“The times are urgent; let us slow down.” (los tiempos son urgentes, permitámonos ir más despacio).
Solo desde ahí podemos construir algo nuevo, desde lo profundo, desde lo vivo.

🔍 2- De la visión fragmentada al pensamiento sistémico

Desde hace siglos, aprendimos que, para resolver un problema complejo, lo mejor era dividirlo en tantas partes como fuera posible para facilitar su comprensión y solución. Gracias a pensadores como Descartes, comenzamos a analizar la realidad en pedazos: separar departamentos, dividir áreas, trabajar los elementos por separado.

Pero un sistema no es la suma de sus componentes, es la relación dinámica y evolutiva entre ellos. Y la vida no funciona por partes. La vida es un TODO.

Hoy en día seguimos viendo propuestas turísticas que, por ejemplo, ofrecen tours o alojamientos “sostenibles”, mientras que el resto del contexto no lo es. Incluso en la regeneración, caemos a veces en lo mismo: aislamos prácticas y experiencias, perdiendo de vista que lo regenerativo es una transformación cultural y de paradigma, no solo una serie de acciones.

El pensamiento sistémico es una disciplina que permite ver la totalidad. Como lo define Peter Senge (1992), es un marco para observar interrelaciones en lugar de elementos aislados, y patrones de cambio en lugar de puntos estáticos.

Un sistema se entiende por las conexiones, procesos y evolución de sus partes. Por eso necesitamos una mirada holística: que entienda cómo los sistemas naturales interactúan entre sí y con los creados por los humanos.

Cuando hablamos de un lugar turístico, no podemos pensarlo de forma aislada. Ese lugar forma parte de un tejido: social, ecológico, económico, cultural…

Es un sistema anidado dentro de sistemas mayores. Como nosotros: formamos parte de una casa, un barrio, una comunidad, una región, un planeta. Todo está conectado. Y al mismo tiempo estamos compuestos de sistemas en nuestro cuerpo: el sistema nervioso, el sistema digestivo… Ya te haces a la idea.

En la naturaleza esto es evidente. Los bosques, por ejemplo, tienen una red subterránea donde las raíces de los árboles, conectadas por hongos micorrízicos, se comunican, intercambian nutrientes y se apoyan. Los hongos ayudan a los árboles a absorber minerales, y a cambio, reciben azúcares.

Es una danza de interdependencia, cuidado mutuo y adaptación que mantiene el equilibrio del ecosistema.

Este cambio de mirada no es sencillo. Pero, como todo, se entrena.
Podemos ayudar a nuestro cerebro a desarrollar esa forma de pensar, observando, practicando y aplicándolo.

Y si diseñamos un proyecto turístico, debemos partir de esta conciencia: entender el territorio donde se inserta, las relaciones entre los sistemas vivos y los diseñados por el ser humano, y cómo se interrelacionan con otros sistemas mayores.

Porque el turismo por sí solo no es nada.

Pero puede ser una hermosa interconexión de sistemas que puede generar vitalidad en un territorio a través de la construcción de una red viva de relaciones, y de las condiciones necesarias para ello.

🌿 En resumen…

Transitar hacia una mirada regenerativa no es cuestión de aplicar unas cuantas técnicas o copiar buenas prácticas.
Es un cambio profundo, cultural, emocional, mental, relacional.

Y requiere de tiempo y constancia, de aplicar estas nuevas formas de pensar, sentir y hacer en nuestro día a día.

En el próximo blog, hablaré de los siguientes 3 principios regenerativos que, en mi experiencia, cuestan más aplicar en el turismo (¡y otros entornos!):

3- Trabajar desde el potencial, no desde los problemas

4- Del producto estandarizado al diseño a partir del lugar

5- Del rol del experto(a) a la inteligencia colectiva

P.D.:

¿Te gustaría contar con apoyo en tu territorio para diseñar y facilitar procesos participativos?

🌍¿Quieres incorporar los principios regenerativos en tu proyecto, organización o comunidad y aprender a aplicarlos de forma práctica?

🎓¿Estás buscando un taller o un acompañamiento personalizado para transitar hacia una mirada regenerativa?

✨ Escríbeme a sonia@theregenlab.com y estaré encantada de acompañarte en el proceso

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